23 de marzo de 2015

Amo a Dios, amo al prójimo cuando 13.03.15

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34): En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Reflexión: Veamos cómo es esto de Amar a Dios con todo el corazón, alma,con toda la mente, con todo el ser. Amo a Dios de esta manera cuando: - Hablo con Él cada día, le cuento mis penas, alegrías, tristezas, preocupaciones, mis logros, mis sueños. Alabo su nombre y le doy gracias. - Le doy el primer lugar en mi vida por encima de cualquier persona: padres, esposo (a), hijos, hermanos, familiares, amigos y por encima de cualquier cosa: casa, carro, trabajo, diversiones, bienes materiales. Es decir no estoy concentrando mi atención exclusiva en persona o cosa alguna, dejando en segundo plano a Dios y lo que el quiere para mí. - Escucho su voz que me habla a través de su Palabra, por tanto me preocupo por leerla y por entenderla, la estudio, la medito, la reflexiono y la aplico en mi vida. Acudo a la Iglesia, voy a misa para recibir las enseñanzas y nutrirme de su Palabra en comunidad. - Disfruto de su amor y le correspondo de manera recíproca, me siento amado por Él y le amo y no vivo en una constante conmiseración y tristeza. - Siento su misericordia hacia mí y eso me lleva a evaluar mi vida y reconocer mis faltas y pedirle perdón de corazón y hacer un propósito de ser mejor cada día. Me siento perdonado por Dios. - Soy dócil a su voluntad, acepto con paciencia las pruebas que me han tocado vivir, no reniego de Él, ni me enojo, cuando las cosas toman otro rumbo que no es el que yo quiero o espero. Soy como María y exclamo: “Hágase en mí según tu voluntad”. - Conozco y defiendo mi fe, no me arrepiento de creer en Dios y me oculto para pasar desapercibido, sino que soy testigo y doy testimonio con mi vida de las maravillas que Dios ha hecho en mi vida. - Soy fiel a Dios y no ando en búsqueda de otras supuestas ayudas, no pongo mi fe en otro, solo en Dios y no en cosas y personas de esta tierra, no le doy poder a amuletos, rituales, prácticas espiritistas y sobrenaturales, mantras, ni chacras, santería, horóscopo, ni nada de esas corrientes que me ofrece el mundo. Reconozco que solo hay un Dios y eso me basta. Ahora veamos cómo es eso de amar al prójimo: - Veo la necesidad material, emocional y espiritual en mi hermano y me hago solidario con el aportando de mí lo que sea necesario para socorrerle. No soy mezquino, egoísta, ni escatimo en el dar al otro, doy desinteresadamente, sin esperar recibir nada a cambio. - Doy consuelo a aquel que se encuentra triste, desanimado, sin fuerzas. Oriento a los demás y doy consejos de acuerdo a lo que Dios quiere para el hombre, soy ejemplo, guía y luz para otros. No discrimino ni excluyo a nadie. - Tengo como principio hacer el bien a otros aún por encima de mis propios intereses y mi bienestar. - Cuido el ambiente, los animales, las plantas, no contamino, no malgasto los recursos disponibles, ayudo a crear consciencia en los demás de que este mundo es de todos y que debemos cuidarlo. - Respeto la vida desde sus inicios, desde el mismo momento en el que es concebida, no soy participe de prácticas abortivas, de maltrato a los derechos humanos del otro, no soy agresivo y reacciono impulsivamente hacia los otros causando daños físicos y emocionales, cuido mi salud y no incurro en prácticas que vayan en detrimento de ella como por ejemplo los vicios. - Practico la justicia, doy a cada uno lo que le corresponde, no me aprovecho de mi poder para pasar por encima del otro, no le quito a los demás las cosas que le pertenecen, cumplo con mis responsabilidades en mi trabajo, familia y sociedad. Denuncio las injusticias cuando las veo y no soy participe de ellas. No práctico la extorsión, ni especulación. Respeto los bienes del otro. - Hablo con la verdad en todo momento aun cuando decirla no me favorezca, no necesito jurar por nadie para dar veracidad a lo que digo, mi vida va en consonancia con lo que digo y hago, no incito a otros a mentir, no falsifico información ni caigo en prácticas corruptas. No soy chismoso, ni calumnio a los demás. - Soy consciente de que el otro es hijo de Dios y que tiene como tal dignidad por lo tanto lo valoro y respeto, no abuso de él, ni violento su libertad, no lo coacciono ni obligo a actuar según mis intereses, no lo manipulo, ni sonsaco. No me aprovecho de su vulnerabilidad. - Vivo mi sexualidad siendo consciente de que es un don dado por Dios para dar continuidad a la vida dentro de una familia conformada y no de manera liberal y a mi antojo, creo en el matrimonio y la fidelidad a la pareja, participó activamente de la educación de mis hijos, tanto en lo material, emocional y psicológico. Creo que el amor en la pareja debe ser modelo del amor de Dios. - No doy cabida a pensamientos malsanos que me denigran como persona y me hacen caer en actos que manchan la pureza que Dios ha puesto en mi corazón, no promuevo la pornografía, ni la veo, cuido a los más pequeños de caer en prácticas sexuales no acordes a su edad. - Me esfuerzo por obtener las cosas que quiero pero sin pasar por encima del bienestar de otros, no envidio ni deseo en forma desmedida lo que el otro posee sino que me alegro del bienestar del otro y lucho por mis propios medios para alcanzarlo. Soy conforme y agradecido con lo que voy logrando, no soy avaricioso y caigo en la práctica de desear cada vez más. Puedo seguir todo el día enumerando las prácticas que manifiestan nuestro amor hacia Dios y hacia los otros pero no alcanzarían las hojas, por los momentos lo dejo hasta aquí y que dentro de ti reflexiones sobre cómo has estado viviendo en estos últimos días. Señor, no hemos sido los mejores practicantes de estos mandamientos referidos a amarte y amar al prójimo, ayúdanos tu a ser mejores cada día. Amén. Feliz fin de semana y que la práctica del amor tenga cabida en nuestra vida.

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