15 de mayo de 2014

El Hno Martin y el caramelo 07.05.14

Lectura: San Juan: 6, 35-40 La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en El, tenga vida eterna. En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día". Reflexión: El evangelio hoy nos muestra a un Dios que se preocupa por el alimento del hombre. En el pasado se dio el Maná a los israelitas, Juan, presenta a Jesús como el alimento vivo bajado del cielo. "Jesús es pan de vida y el alimento sacramental que se comparte en la eucaristía. La palabra de Jesús es pan de vida que se recibe por la fe".(Luis Schokel). Luego de la resurrección, Cristo, en casi todas sus apariciones a los discípulos, comparte con ellos la fracción del pan, les da de comer y ellos le reconocen. En ese pequeño gesto se hace presente, y en la actualidad nosotros los cristianos católicos lo tenemos visible en el pan eucarístico. Jesús sabe que el hombre necesita el alimento, dice un sacerdote amigo: "Pan duro no es pan duro, duro es no tener pan". Asì como nuestra vida terrena requiere el pan(alimento) para renovar fuerzas y mantenerse en pie asì también la vida espiritual, requiere de ese alimento que fortalece. Reconozcámosle pues oculto en ese pan, que es la eucaristía y en su palabra. Dice Jesús: "La voluntad del que me envío, es que no pierda a ninguno de los que me confió, sino que los resucite el último día." Esta claro que Dios no desea que ninguno de nosotros se pierda, queda de nuestra parte hacer que esa voluntad divina se haga vida en nosotros, porque Dios no nos obliga, somos libres y en esa libertad elegimos quedarnos con el o alejarnos. Les quiero dejar por último una anécdota a propósito de la eucaristía: Estaba el Hermano Martín, un viejito de más de 85 años, muy preocupado paseándose de un lado a otro frente a la puerta de la capilla del colegio La Salle, esperaba la llegada del sacerdote que iba a celebrar la misa para hacerle una consulta. Al fin vio venir el carro del sacerdote y cuando este ya estuvo frente a el, con tono de voz muy preocupado le confiesa al :"Padre me he comido un caramelo, no he guardado el ayuno, ¿Será que puedo comulgar?". El sacerdote miró al hno Martin y le dijo: "Tranquilo hno. Ahora con más dulzura va ud. a recibir al Señor". Hace mucho que quería escribir esta historia, pero no había encontrado la oportunidad, sin duda alguna el hno. Martin ha comprendido el valor que tiene para nosotros el alimentarnos de Cristo en la eucaristía, muestra de ello su preocupación por no haberse preparado debidamente, y sería bueno preguntarnos: ¿cómo nos preparamos nosotros para recibirlo? ¿Lo recibimos en la dulzura o amargura de nuestro corazón ? ¿Tenemos presente el valor de lo que estamos recibiendo o es un acto sin importancia para ntra. Vida de fe?. La eucaristía es misterio de fe por excelecia: es el compendio y la suma de nuestra fe. No dejemos pasar la oportunidad, Dios nos espera en ese pan. Feliz día. Que le reconozcamos al partir el pan.

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