23 de marzo de 2015

Vuelo en parapente 17.03.15

Isaías 41, 8-10 Pero tú, Israel, eres mi siervo. Tú eres mi elegido, pueblo de Jacob, raza de Abraham, mi amigo. Yo te traje de los confines de la tierra. Te llamé de una región lejana, diciéndote: “Tú eres mi servidor, yo me fije en ti y te elegí”. No temas, pues yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Reflexión: Hoy al levantarme escuchaba el mensaje del Padre Linero y compartió esta lectura de Isaías, aunque no corresponde a las lecturas planteadas por el ciclo litúrgico para el día de hoy, decidí hacer mi reflexión de hoy entorno a este texto. En la primera frase, Dios nos dice: “Pero tú, Israel, eres mi siervo…, el Señor se está refiriendo a nosotros de manera directa y particular, y seguro tú estarás pensando pero yo no me llamo ni Israel, ni Jacob, sin embargo hoy el Señor quiere que te apropies de este texto y en el lugar donde están esos nombres, te pide coloques el tuyo y te llama amigo. Así que vuelve a leer estas líneas y ponle tu nombre porque Dios hoy quiere hablarte a través de ellas. La segunda frase, nos reafirma que la cosa es con nosotros, Dios te ha escogido a ti y no a otro, te ha llamado, te ha sacado de dónde estabas metido, tal vez has estado metido en tu trabajo, en tus pensamientos, en tus intereses, en tu dolor, tan metido en la vida misma que no te has dado cuenta de que te ha traído a este mundo para algo en particular y nos dice: “Tú eres mi servidor”. Un servidor escucha y atiende lo que su amo dice. ¿Advierto yo lo que Dios me dice en este instante? La tercera frase, de este texto me hace pensar en todos los momentos donde me he sentido tocando el fondo de una situación, donde uno llega al punto de quiebre, donde el miedo a dar un paso al frente y afrontar lo que nos está pasando se hace inminente, es ahí cuando Dios nos pide ese salto de fe, ese dejarse caer. El año pasado para mi cumpleaños decidí ir a volar en parapente, estaba dispuesta a hacerlo pero en lo que llegue al sitio confieso sentí un poco de temor, el piloto que iba a volar conmigo arreglo todo, desenredo las cuerdas, extendió el parapente, se cercioró de que todos los amarres, que el equipo mío y los anclajes, estuvieran en orden, me dio las indicaciones y me dijo que tenía que correr con fuerza y que no dejara de hacerlo. El sitio por donde corrimos tenía una terminación en la que necesariamente tienes que saltar porque ya no hay más tierra, da miedo porque saltas, pero inmediatamente el viento eleva el parapente y es impresionante como en un instante te ves volando por el cielo, yo no abría los brazos, me agarraba durísimo de los amarres y luego el piloto me dijo: abre los brazos, relájate, confieso que cuando me vi sobrevolando toda el área pensé: Y si me caigo de aquí y me mato, sin embargo luego me tranquilice y disfrute de aquel paisaje hermoso, visto desde arriba. Creo que eso es normal, el miedo a dar el salto, el miedo a estar arriba porque era algo totalmente nuevo para mí, desconocido, a veces nos sucede así en la vida, tenemos miedo de saltar, de tomar decisiones, de dejar atrás la vida pasada, de emprender nuevas cosas, de romper con relaciones que no nos traen ningún beneficio, de buscar nuevos horizontes, un nuevo trabajo, en fin tantas cosas que por simple miedo no nos atrevemos, hoy Dios te dice: “No temas, yo estoy contigo, no desmayes, yo te sustentaré”. Dios está allí sobrevolando contigo, arriésgate, salta y disfruta de la vista al lado de aquel que nunca te abandonará. Feliz día, Dios es el piloto de tu parapente que es la vida.

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