30 de marzo de 2015
Lo haré, Señor 25.03.15
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
Reflexión: Esta lectura encierra toda la riqueza de la encarnación del hijo de Dios, de la persona de Jesús, en particular me llama la atención la actitud de María, muchas veces se ha hablado de la obediencia de María, de su Fiat, de su disposición a la voluntad divina con esa forma de responder: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.». ¿Quién como ella?, nosotros pudiéramos pensar en repetir estas palabras en alguna situación de nuestra vida pero ¿estaremos totalmente conscientes de lo ellas encierran?. Decimos si yo sé que Dios quiere lo mejor para mí, que las cosas pasan por algo, sino se ha dado es porque no es para mí, se dará en el tiempo perfecto de Dios y pare de contar las innumerables frases de asentimiento que usamos para manifestar que “aceptamos” la voluntad divina, a veces siento que solo lo decimos para calmar nuestra ansiedad. María en cambio no fue así, ella permitió que esa palabra atravesara no solo su mente sino también su corazón hasta hacerse carne con ella, ¿dejamos nosotros que la voluntad de Dios encarne en nosotros o usamos frases superficiales para asentirla?, posiblemente Dios te esté mostrando algo para tu vida en este instante pero no lo estas captando, para poder captar y aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas hacen falta tres cosas: Escucha, obediencia y valentía.
Escucha, porque difícilmente podemos decir si a algo que no hemos escuchado, pero no se trata de un simple captar el sonido de palabras sino de hacer consciente a nuestro inconsciente de lo que Dios nos está diciendo. Internalizar el mensaje.
Obediencia, nos cuesta mucho dejar de lado lo que queremos para dar cabida a lo que Dios quiere, no damos espacio a esa voluntad, la negamos, nos resistimos, la ignoramos, nos hacemos los locos, en fin son muchas las actitudes que tenemos frente a ella, muy pocas veces decimos: “Lo haré, Señor”, la obediencia consiste en eso en hacer sin poner peros ni refutar.
Valentía, hace falta mucha de esta para vencer los miedos y obstáculos que hay que afrontar cuando nos disponemos a seguir el plan de Dios, inclusive a veces nos toca renunciar a lo que tanto nos gusta y agrada, a comodidades, a personas, a formas de pensar y de actuar, en fin el cumplimiento de esta voluntad siempre requiere un esfuerzo de nuestra parte, siempre hay algo de que desprendernos.
Finalmente quiero dejarles un breve pensamiento que tuve esta mañana con respecto a este tema, lo titule:
Lo haré, Señor
“Voluntad divina que amaneces frente a mí,
Toca fuerte para que pueda escucharte,
Para que tenga a bien atenderte.
Obediencia tu reclamas,
Mi ser indómito se niega,
Se resiste para luego caer sin fuerzas y exclamar:
¡Lo haré, Señor!
Valentía, que eres osada
Ahuyenta de mí el miedo que atemoriza.”
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