15 de febrero de 2014

Minutos de Reflexión 11/02/2014

Lectura: 1Reyes 8, 22-23.27-30 Salomón, de pie ante el altar del Señor, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: ¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus servidores, cuando caminan delante de ti de todo corazón como tú quieres... Aunque, ¿Es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y lo màs alto del cielo, ¡cuànto menos en este templo que he construido!. Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu servidor. Señor, Dios mío, escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu servidor. Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu nombre. ¡Escucha la oración que tu servidor te dirige en este sitio. Reflexión: Seguimos con la historia de Salomón, esta vez el rey ha construido un templo para morada de Dios. Y al terminar la edificación exclama:" Ni en el cielo ni en la tierra hay Dios como tú" y continúa mas adelante diciendo: "Si no cabes en el cielo y lo más alto del cielo, cuánto menos en este templo que he construido". Recuerdo que en una oportunidad escuche de un sacerdote la siguiente historia: Una niña le pregunta a su papá, ¿De que tamaño es Dios?, el papá todo pasmado por no saber que responder, ve un avión en ese momento pasando sobre ellos y le dice: Es como aquel avión, la niña toda desilusionada exclama: ¡Tan chiquito!. Pasan los días y el papá va con la niña al aeropuerto y en la pista se ve un avión inmenso a punto de despegar, el papá le dice: Hija, recuerdas que te dije que Dios era del tamaño del avión, míralo ahora, la niñita con una sonrisa en el rostro dice: ¡Tan grande!. ¿Què tiene que ver esta historia con la construcción del templo? Nada. Pero si con el tamaño del templo. David y Salomón se habían empeñado en construir una casa a Dios. Pero, ¿Dios necesita casa ?, ¿Hay alguna que se ajuste a su tamaño? ¡Tan chiquito y tan grande a la vez!, pues si hay una casa donde el cabe perfecto y es la casa de tu corazón. Sólo hay que darle paso para que entre, porque el no entrará a la fuerza como los ladrones. El entra, si tu le abres. Y habitará en tí en la medida que se lo permitas. Ojalá, que hagamos nuestras las palabras del salmista: Vale más un día en tu atrio que mil en mi casa; prefiero el umbral de la casa de Dios a morar en la tienda del malvado. Sal 83,11 . Feliz día, haz de tu corazón la casa perfecta para Dios.

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