27 de enero de 2013
El aumento
Un día un joven muy preocupado por su futuro, acudió donde su jefe dispuesto a pedirle un aumento, estaba muy nervioso pero decidido, al principio titubeo al hablar pero luego continuo muy seguro en su exposición, entre las cosas que menciono estaban: te he servido desde hace muchos años, te he dedicado lo mejor de mí, mi juventud, he sido perseverante, aún en los momentos difíciles me he mantenido, cuando me has corregido así sea con traspiés he obedecido, cuando llamas acudo a ti. Cómo se que eres exigente trato de hacer las cosas lo mejor que puedo, soy creativo, siempre invento algo para darte gusto, estoy orientado hacia la rentabilidad de tu empresa, quiero que otros la conozcan y seamos cada día más. Te tengo en gran estima y has sido para mi como un Padre, he aprendido de ti todo lo que se y estoy agradecido. El joven hizo una pausa… y continúo pero a veces me pregunto si todo esto vale la pena, ¿Hay algo más para mí? ¿Cuál es mi recompensa?, no sé digo yo algo que me motive a seguir por ejemplo un aumento de sueldo, creo que con eso estaría más satisfecho y suspiró. Yo se que tu eres bueno por eso acudo a ti.
El jefe lo miró por largo rato como si estuviese examinando palmo a palmo su discurso, deteniéndose en cada palabra, sonrió amablemente y le dijo: Ve y sigue haciéndolo así como has dicho. Y lo despacho de su oficina.
El joven se marchó todo desconcertado, pues no entendía aquella actitud de su jefe, y se decía para si, pero si el es bueno, pensé que me daría lo que le pedí.
Llegada la noche no podía dormir pues todo aquel asunto lo tenía muy pensativo, tal vez era mejor no seguir y renunciar. A fin de cuentas lo que el pedía era algo justo, ya que todo esfuerzo tiene su recompensa.
Junto a su cama había una mesita de noche y sobre ella una lámpara, cuando por fin decide acostarse, ya decidido de que si no obtenía el aumento se iría, se dio cuenta que debajo de la lámpara se encontraba un papel doblado, lo sacó y lo leyó, era una nota que hacía mucho tiempo había escrito, y decía: “Aunque muy pocos creen en mí, y otros tanto me creen inservible, yo te ofrezco lo que tengo, no tengo mucha experiencia, ni tampoco tengo la destreza pero aprendo rápido, dame la oportunidad de servirte y prometo serte fiel hasta el final, se que nada merezco, me conformo con poco, aquí estoy.”
Se sintió desagradecido pues esa nota la escribió a su jefe para que le diera el trabajo. Cuando nadie creyó en él, su jefe sí lo hizo.
A la mañana siguiente fue corriendo a la oficina de su jefe, pero no lo encontró, sobre el escritorio había un sobre con su nombre, y dentro de él una nota que decía: “Muy bien, siervo honrado y cumplidor; porque has sido fiel en lo poco, te daré mucho más.” Su sorpresa fue que al salir en la puerta también estaba su nombre, su jefe le había dejado todo lo que tenía.
En esta historia es muy obvio que el joven somos tu y yo, y el jefecito es Papá Dios, queremos siempre más y le exigimos hasta el punto de decir sino me lo das entonces me voy, sin darnos cuenta que todo lo que tenemos nos lo ha dado el, y cuando nadie apostaba por nosotros el si lo hizo, sin embargo sigue siendo tan paciente que tolera nuestros arranques y nos ofrece una sonrisa.
Es tanto su amor por nosotros que, dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida. Jn 3,16. Es decir, dio hasta lo más valioso. Todo lo que tenía.
Si crees que Dios te ha dado muy poco, y quieras dejarle la peluca, empieza por preguntarte: ¿Cuánto vale tu vida?
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