17 de febrero de 2013

Un Desierto, llamado Reposo

Apenas comenzaba a caminar este desierto y ya sentía el cansancio y el hastío, un desespero me embargaba, quería que el tiempo pasara rápido, no deseaba estar más de reposo, es una cuarentena muy cansona, tener que estar quieta; no va conmigo. Hablando de cuarentena, en este tiempo de cuaresma pensaba prepararme de una mejor manera, otras veces me ha ganado la flojera, pero este año me propuse sería diferente, pero creo que tus planes y los míos una vez más no coincidieron, estoy aquí en cama, de reposo por 21 días, pero para mí es como si fueran 40. Señor, ¿Cómo entrenarme desde aquí?, sino puedo hacer más que estar acostada. No puedo hacer obras de caridad, no puedo ir a la Iglesia, ¿Qué tanto puedo hacer desde aquí?, me duele todo, paso el día bien y en la noche todo se complica. La fiebre me hace delirar, los dolores me hacen erizar la piel, y me pregunto: ¿Por qué en la noche? Y ahora pienso en tus 40 días de preparación en el desierto, donde fuiste tentado, y esas 40 noches que posiblemente fueron igual de inquietas que las mías ahora. Dice la Palabra que estabas «lleno del Espíritu Santo… y que te dejaste llevar por el Espíritu al desierto» Lc 4,1. Allí permaneciste todo ese tiempo, pero no específica a que desierto fuiste, si se resalta del lugar de donde saliste, el Jordán, entiendo que era un río importante en tus tiempos, también se que además las zonas donde hay ríos son muy fértiles y prósperas, es decir había abundancia en aquel lugar, y decidiste pasar de la abundancia del Jordán a la nada del desierto, ¡Claro! Estabas bajo los efectos del Santo Espíritu, era de esperarse. Siempre he querido saber a cuál desierto fuiste, pero tal vez la Palabra no lo dice, porque no hace falta o para que no nos limitemos, solo es necesario saber que el desierto es la nada. Y cuando en medio de mi enfermedad me pregunto: ¿Por qué en la noche? ¿Por qué la fiebre y los dolores hacen su aparición magistral en la oscuridad? Tendrá que ver con que es el único momento donde estoy a solas conmigo, con mi cuerpo, mis pensamientos, y bueno también contigo porque tu omnipresencia hace imposible excluirte. Noche – Oscuridad – Desierto, pareciera que allí no pasa nada, pero ¡pasa de todo! A mí, me comienzan las dolencias, y a ti, te ponen a prueba. A propósito de ello, ¿No estaré siendo a puesta prueba también? Creo que por ahí viene todo. Dice la palabra que fuiste tentado por el Diablo « En ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre, el Diablo le dijo: -Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan… No solo de pan vive el hombre» Lc 4, 2-4. Fue tu respuesta. ¡Qué gran respuesta, Señor!, que te puedo decir yo, si apenas me viene el dolor y te pido a gritos: Señor, ya es suficiente, quítamelo rápido. No solo de pan vive el hombre, y yo agregaría sino también de la confianza que se tiene en Dios, de que todo dolor pasará. ¿Cuántas veces Señor, cuando estamos a prueba, te pedimos que nos las quites? No tenemos tú aguante, perdónanos por esa y muchas más. Y siguiendo con tus pruebas, «luego el Diablo dijo: - Te daré todo ese poder y su gloria… si te postras ante mí, todo será tuyo». Tu respuesta fue: «Solo al Señor Tú Dios adorarás» Lc 4, 6-8. Nuevamente Señor, que grande tu respuesta y nosotros seguimos con la pata coja. ¿Cuántas veces Señor, hemos deseado gloria y fama, ser reconocidos? En este preciso instante pienso, que comentarios harán sobre este escrito, espero sean buenos, porque sino ni digo que lo escribí yo. Ves Señor, se hace necesario pedirte perdón por esto también. Y seguimos con el Diablo y su incansable afán de hacernos caer. «Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: Sí eres el hijo de Dios, tírate abajo desde aquí…porque enviará tus ángeles para que te cuiden y tu pie no tropezara en la piedra. Pero Jesús respondió: No pondrás a prueba al Señor, tu Dios» Lc 4, 9-12. En este momento es la autosuficiencia del hombre la que sale a relucir, el exceso de confianza en nuestras propias fuerzas que nos lleva a la imprudencia, Dios es quién guarda nuestras vidas, pero a veces creemos que somos nosotros que tenemos el control, y que nada nos pasará porque somos invencibles, casi dioses. Señor, que dura ha sido esta prueba, el hecho de tener que depender de otros para todo, para vestirme, para levantarme, para acostarme, para que me lleven y me traigan, me compren los medicamentos, y hasta me ayuden a ir al baño, puedo ver la fragilidad de lo que soy y tu grandeza en cada persona que ha hecho algo por mí, durante esta convalecencia. No sé, si al desierto que fuiste llevado era parecido a este, lo que sí sé es que este fue el desierto a donde fui traída, para caminar estos 40 días. Te pido me ayudes a saber responder como tú.

1 comentario:

  1. Realmente maravilloso! Sin duda alguna Dios te lleno del Espíritu Santo al escribir esto, me llego hasta lo mas profundo, si bien el Padre ayer en la misa me hizo reflexionar, hoy como que fue la estocada final! Gracias por evangelizarme! Un abrazo! Karen

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